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abía una vez un grupo de niños que
decidieron ir a explorar la selva; lo que no sabían es que ésta está llena de
laberintos y caminos, y que para salir, necesitan conocerla muy bien.
Después de conocer, correr y jugar,
los amigos se dan cuenta de que están perdidos, muy asustados y desesperados
comienzan a correr para todos lados.
Hasta que de repente…. Escuchan un
ruido justo en frente! ¿Quién podrá ser? Preguntan algunos, hasta que alguien
los sorprende chillando como vacuno.
Era un hombrecito muy pequeñito,
con gorro verde y muy redondito: “Soy el duende de la selva” se
presenta el enano “y los ayudaré a salir para que este viaje no haya sido en vano”.
Los niños muy felices y asombrados
dan saltos y giros, dando gracias al duende con elogios y suspiros.
El duende les explica que deberán
seguirlo, “mas no será un viaje fácil, cada uno debe ser veloz, valiente y ágil”.
Los niños comienzan a caminar sin
saber cuánto se van a demorar, pero algo les llama la atención y frenan en seco
para escuchar la explicación. Lo que tienen al frente les hiela hasta la
frente! Es un río muy ancho y lleno de cocodrilos tan gordos como un chancho;
la única forma de cruzarlo es por un tronco fino, deberán lograrlo para seguir
su camino! El tronco es delgado y muy inestable, pero los niños son capaces y
lo cruzan de una forma impecable.
Siguen caminando y se encuentran
con un mono, se ve muy
divertido sentado en una especie de trono; “no se fíen de él” les dice el
duende, “se ven buenos y divertidos pero seguro los sorprende”. El mono
les dice que los dejará pasar pero primero les muestra los plátanos que tendrán
que sacar: “Tengo mucha hambre y estoy aburrido, los dejo pasar si botan 15
plátanos, así me mantendrán entretenido”.
Todos toman una piedra y comienzan
a lanzar y después de un rato el mono les permite avanzar, pero antes de
desaparecer les hace una advertencia con la que comienzan a correr: “Tengan
cuidado y corran sin sazón porque justo ahora aparecerá el REY LEÓN”.
Todos los niños corren despavoridos, siguiendo al duende que ya había partido.
Los niños corrían todavía asustados
y escuchan al duende que les grita aún agitado: “Cuidado! Ahora debemos pasar
por un túnel muy lento y bien agachados!”. Después de pasarlo de una
forma que los hace alucinar, ven una hilera de troncos que deberán saltar.
Todos los niños están desesperados y algunos se sienten un poco acorralados;
saltan todos los troncos ansiosos por seguir, lo único que quieren los pequeños
es lograr salir.
Pero antes de llegar se encuentran
con dos grandes rocas que deberán esquivar; su pequeño guía los mira y les
sonríe por primera vez en el día: “Esto es más entretenido, las rocas se
saltan dando volteretas con un ritmo fluido”. Los niños lo hacen sin
dificultad, ayudándose unos a otros demostrando lealtad.
Finalmente llegan a una pendiente y
se encuentran con una rana que dice
llamarse “Ana”. Su pequeña amiga les da una explicación “Para llegar a la salida y
terminar la expedición, deben seguirme y saltar con coordinación”.
Todos comienzan a saltar como rana,
esquivando troncos, hojas y lianas. Cuando terminan de saltar se dan cuenta que
lograron llegar, todos se abrazan felices y contentos porque ya no tendrán
ningún impedimento.
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